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Por fin han llegado los ordenadores. Los profes, como si se tratase de la vuelta a la infancia, se han agolpado en secretaría para que se les entregase el nuevo juguete. Ilusionados, abrían con entusiasmo la caja y el envoltorio, para que su nuevo retoño viese la luz, y ya enseguida a preguntar como se conectaba a Internet, cosa que aún no está resuelta de forma automática.
Y el gran problema que yo me imaginaba que pasaría se ha confirmado. Los profesores, muchos analfabetos cibernéticos, han comenzado, ante las incipientes dudas de sus pupilos, a decir aquella frase que yo tanto temía:
Ir a ver a Antonio que él sabe y os lo arreglará

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